Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.

CONTRA EL SILENCIO Y EL BULLICIO INVENTO LA PALABRA, libertad que se inventa y me inventa cada día.

Octavio Paz

IMÁGENES EN LIBERTAD

martes, 5 de octubre de 2010

PARA CONSIDERAR : UNA MIRADA ...


LA MIRADA ESQUIVA
Por: Teresa Batallez
La Nación

Los alumnos llenan las salas de museos de arte. Pero no miran las obras. Están concentrados sacando fotos con su máquinas digitales.
Una docena de madres va con sus coches camino a la plaza. Pero no miran ni hablan con sus bebés. Están enganchadas dale y dale con el celular.
Descubren una obra maestra en el hall de entrada de un edificio de 20 años y, cuando se la llevan, los vecinos protestan porque no tuvieron tiempo para observarla.
Se venden anteojos de sol cada vez más sofisticados. Ta vez porque ahora se los usa a la sombra durante largas conversaciones en las que no se deja asomar ni una pestaña.
Algunos médicos recetan por internet y algunos periodistas cubren guerras desde su casa.
¿Dónde quedó la mirada? Esquiva en estos tiempos tan apurados así como urgente en una época de saturación virtual, la mirada escasea en su rol de mirar tanto como en el de dejarse ver. La mirada es urgente para saber dónde estamos parados, urgente para saber de los otros, urgente para poder proyectar, para poder apreciar y tener juicios propios.
Mirar exige DETENERSE, hacer foco, VALORAR. Coincide poco con la modernidad adicta a la velocidad, a la dispersión y al " todo vale", pero ¿no es preferible estar pasado de moda que perderse los beneficios de quien puede mirar?
El que mira aprende, incorpora, CRECE. SE ASOMBRA, se alegra o se disgusta, PERO NUNCA SE AHOGA EN LA NADA DE LA INDIFERENCIA.
Cuando no absorbemos la realidad con el filtro de la propia mirada corremos el riesgo de la manipulación, del error ajeno, de la distorsión adrede o del engaño. Cedemos a ciegas y gratuitamente el poder de nuestra individualidad. Renegamos de una herramienta de conocimiento infinito. No mirar es una forma de deshacernos de responsabilidad: no mirar duele menos, compromete menos. No mirar la pobreza ni el dolor ni el mal evita sufrimiento. También nos limita no mirar el bien: no detenerse ante la belleza, no reparar en los gestos cotidianos nobles, en lo grande detrás de lo simple.
Tan importante como mirar es que permitamos a otros ver nuestra mirada. porque la mirada atiende y dice, aunque no se pronuncie palabra: contiene, expresa, da. Esconder la mirada es mezquino con aquellos a quienes negamos el derecho a que nos lean con la suya. No son pocos los que no miran cuando hablan pero también eso se puede leer: sienten temor de que sus ojos delaten lo que prefieren dejar oculto. La no mirada por elección es una manera de elegir la incomunicación.
¿ Adónde fue a parar la mirada? ¿Qué vemos cuando no miramos? La mirada fue a parar al ombligo y probablemente sólo veamos- en forma reiterada- nuestro propio reflejo. Una y otra vez, retroalimentándose de un yo que no mira y sólo chupa de su propia sangre. No sabemos que no miramos porque la costumbre inhibe la conciencia. Y a menor conciencia, menor humanidad.


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