Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.

CONTRA EL SILENCIO Y EL BULLICIO INVENTO LA PALABRA, libertad que se inventa y me inventa cada día.

Octavio Paz

IMÁGENES EN LIBERTAD

jueves, 29 de marzo de 2018

NO ES MUCHO MAS...NI MENOS...



La patria es el otro

La patria es el otro porque la patria nunca es la patria sino que siempre puede ser otra. No es esencial ni cerrada ni definitiva. Es otra porque está siempre en tránsito, extrañada de sí misma, reinventándose, abierta a la presencia de los otros que la van transformando. La patria es el otro porque la patria nunca es la patria y nunca es el yo. Ni siquiera es un conjunto de yoes que intercambian mercancías, ya que la prioridad del yo es su autoafirmación a partir de la sujeción y disolución del otro. Se puede ser padre y hacer de los hijos propiedades, posesiones, objetos; pero se puede ser padre que da vida y en ese acto se desprende, se despoja, pierde. La patria siempre pierde. No da rédito ni conviene ni es exitosa, ya que no es para sí sino para el otro. Prioriza al otro en tanto otro: su necesidad, su carencia, su debilidad. Por eso, la patria es pérdida, gasto, vocación. No hay una economía de la patria. La patria es amor, pero no amor como expansión del yo que hace de todo lo que ama una cosa para engrandecerse, sino amor como interrupción de la lógica de la ganancia y entrega al otro que somos todos, porque la patria es el otro y la patria somos todos esos otros que en nuestras múltiples transformaciones hacemos de la patria algo abierto, diverso, múltiple. Incluso no hay una patria, ya que no es algo estático ni firme ni definitivo, ni siquiera “algo” en sentido estricto, ya que la patria es un ejercicio de recreación permanente; se recrea a sí misma todo el tiempo ya que no tiene una definición precisa, sino que crece en ese proceso de reinvención incesante que es la identidad como búsqueda y no como producto.
La patria es el otro porque no es precisa ni última ni verdadera. Es nuestra. Y ni siquiera. Es nuestra en esa paradoja identitaria entre lo propio y lo ajeno, entre lo que nos constituye y nos diferencia, entre lo propio y lo impropio. Entre. La patria es el otro porque la patria siempre es entre. Entre todos los que la hacemos que nunca somos todos porque siempre hay un resto que irrumpe y hace que esa totalidad se vuelva a abrir. Entre, porque nadie tiene la verdad definitiva, nadie tiene, sino que la patria circula entre nuestras diferencias, nos despoja. Es ese fluir que a todos contamina y a todos mixtura. La patria es el otro porque no es pura, ni neutra, ni formal, sino que es ese entrecruzarse ilimitado de nuestras singularidades. No es un crisol ni una fusión, sino una conversación infinita. Y si hay conversación, no hay monólogo. Y si no hay monólogo, no hay pensamiento único, sino palabras que construyen sentido sobre otras palabras previas, pero sobre todo abiertas a la imprevisible presencia de las voces no escuchadas que se redimen haciéndose oír, contaminando el lenguaje. La patria es ese otro que excede todo lenguaje, ya que todo lo que digamos de la patria, lo decimos; y por ello se confina en un lenguaje previo que muchas veces olvida, invisibiliza, opaca las pieles, los estómagos, las gargantas, los cuerpos. La patria incorpora, en ese sentido de la palabra incorporar que significa hacer cuerpo, porque la patria duele, se goza, se sufre, se disfruta y sobre todo exige anteponer. Es previa no porque repose en el pasado sino porque provoca el futuro. Por eso la patria es el otro, porque la ética antecede a cualquier definición, incluso de la ética. La patria es el otro porque el bien siempre es del otro, y el otro es siempre esa carencia que clama responsabilidad.
La patria es el otro porque excede toda institución, toda ideología, todo interés. Es desinteresada. No se mueve por otro objetivo que no sea el bien del otro. Por eso no es tanto un acuerdo o un pacto entre las partes, sino más bien un don, algo que se da sin buscar en ello un rédito, porque la carencia de cualquiera es mi obligación. Es la obligación de cualquiera. Cualquiera es la obligación de cualquiera. Cualquiera, dice Giorgio Agamben, es el sujeto de la comunidad que viene, que de sujeto no tiene nada, ya que es cualquiera. Importa como cualquiera. Somos antes que nada cualquiera invirtiendo así la connotación despreciativa del término en el sentido en que Simone Weil sostenía que lo más sagrado del ser humano es lo que tiene de impersonal, ya que en nombre de las diferentes formas de concebir a la persona se ejecutaron los peores procesos de despersonalización. La patria es el otro porque es la patria de cualquiera. La patria es el otro porque cualquier otro es siempre nuestra patria…

sábado, 24 de marzo de 2018

#30000 Somos Todos


NUEVO ELOGIO DE LA LOCURA

El primero fue escrito hace siglos por Erasmo de Rotterdam. No recuerdo bien de qué trataba, pero su título me conmovió siempre, y hoy sé por qué: la locura merece ser elogiada cuando la razón, esa razón que tanto enorgullece al Occidente, se rompe los dientes contra una realidad que no se deja ni se dejará atrapar jamás por las frías armas de la lógica, la ciencia pura y la tecnología. De Jean Cocteau es esta profunda intuición que muchos prefieren atribuir a su supuesta frivolidad: Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo. Nada más cierto: hay que ser genial —epíteto que siempre me pareció un eufemismo razonable para explicar el grado supremo de la locura, es decir, de la ruptura de todos los lazos razonables— para escribir Los trabajadores del mar y Nuestra Señora de París. Y el día en que los plumíferos y los sicarios de la junta militar argentina echaron a rodar la calificación de «locas» para neutralizar y poner en ridículo a las Madres de la Plaza de Mayo, más les hubiera valido pensar en lo que precede, suponiendo que hubieran sido capaces, cosa harto improbable. Estúpidos como corresponde a su fauna y a sus tendencias, no se dieron cuenta de que echaban a volar una inmensa bandada de palomas que habría de cubrir los cielos del mundo con su mensaje de angustiada verdad, con su mensaje que cada día es más escuchado y más comprendido por las mujeres y los hombres libres de todos los pueblos. Como no tengo nada de politólogo y mucho de poeta, veo el decurso de la historia como los calígrafos japoneses sus dibujos: hay una hoja de papel, que es el espacio y también el tiempo, hay un pincel que una mano deja correr brevemente para trazar signos que se enlazan, juegan consigo mismo, buscan su propia armonía y se interrumpen en el punto exacto que ellos mismos determinan. Sé muy bien que hay una dialéctica de la historia (no sería socialista si no lo creyera), pero también sé que esa dialéctica de las sociedades humanas no es un frío producto lógico como lo quisieran tantos teóricos de la historia y la política. Lo irracional, lo inesperado, la bandada de palomas, las Madres de la Plaza de Mayo, irrumpen en cualquier momento para desbaratar y trastocar los cálculos más científicos de nuestras escuelas de guerra y de seguridad nacional. Por eso no tengo miedo de sumarme a los locos cuando digo que, de una manera que hará crujir los dientes de muchos bien pensantes, la sucesión del general Viola por el general Galtieri es hoy obra evidente y triunfo significativo de ese montón de madres y de abuelas que desde hace tanto tiempo se obstinan en visitar la Plaza de Mayo por razones que nada tienen que ver con sus bellezas edilicias o la majestad más bien cenicienta de su celebrada pirámide. En los últimos meses, la actitud cada vez más definida de una parte del pueblo argentino se ha apoyado consciente o inconscientemente en la demencial obstinación de un puñado de mujeres que reclaman explicaciones por la desaparición de sus seres queridos. La vergüenza es una fuerza que puede disimularse mucho tiempo, pero que al final estalla de las maneras más inesperadas, y ese factor no ha sido tenido jamás en cuenta por la soberbia de los militares en el poder. Que bajo la férula menos violenta de Viola esa explosión haya asumido la magnitud de una manifestación de miles y miles de argentinos en las calles céntricas de Buenos Aires, y una serie creciente de declaraciones, denuncias y peticiones en los periódicos, es una prueba de debilidad castrense que la estirpe de los Galtieri y otros halcones no podía tolerar. Ellos, por supuesto, no lo saben de manera demasiado lúcida, pero la lógica de la locura no es menos implacable que la que se estudia en el colegio militar: el corolario del teorema es que el general Galtieri debería estar reconocido a las Madres de la Plaza de Mayo, pues es sobre todo gracias a ellas que ha podido dar el zarpazo que acaba de encaramarlo en el sillón de los mandamás. Por su parte, las madres y las abuelas que sin saberlo han facilitado su entronización, no tienen la menor idea de lo que han hecho. Muy al contrario, pues en el plano de la realidad inmediata esa sustitución de jefatura significa una profunda agravación del panorama político y social de la Argentina. Pero esa agravación es al mismo tiempo la prueba de que la copa está cada vez más colmada, y que el proceso llega a su punto de máxima tensión. Es entonces que la respuesta de esa parte de nuestro pueblo capaz de seguir teniendo vergüenza deberá entrar en acción por todas las vías posibles, y que las fuerzas del interior y del exterior del país tendrán que responder a algo que las está invitando a salir de una etapa harto explicable pero que no puede continuar sin darle la razón a quienes pretenden tenerla. Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exilados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos, argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo.
JULIO CORTAZAR

Inicialmente apareció en el periódico La República, editado en París el 19 de febrero de 1982

de “Argentina: años de alambradas culturales” Publicado en 1984

sábado, 17 de marzo de 2018

COMO TERMINAR CON LA POBREZA


Tiro al pichón: Manual Chocobar para la reducción de la pobreza

Por María José Sánchez / Martes 13 de marzo de 2018

Mate. Ante la duda, mate. Si está seguro, mate. Si es sospechoso de algo, mate. Dispare a matar. A la nuca. Dispare por la espalda. Siempre dispare a matar. Si es pobre, mate. Si es negrito y tiene gorra. Si se cubre la cabeza con capucha, tire a matar. Mate para restarlos de este, nuestro mundo. El mundo de los que sí tuvimos oportunidades.
Mate, aunque usted, quien dispara, también sea como el que cae por los tiros, sólo que elije traicionar su clase de la manera más cruel y sangrienta. Quítelo de nuestra vista y de nuestras cuentas de un balazo. Haga, dispare el arma que el gobierno carga. A la nuca, por la espalda, no se olvide.
Para usted, miserable traidor, asesino cruel, hay abrazos. Hay aplausos y flashes. Para usted hay un sitio reservado de privilegio: a usted lo haremos ejemplo. Con usted haremos doctrina, traidor de clase, asesino de niños. Inauguramos una nueva etapa de terror, donde el Estado es quien elige y elimina a las víctimas. Mate, que para eso le dimos el arma tan rápido, para eso lo torturamos como escuela, para que aprenda a odiar. Y odie. Fuerte y sin disimulo. Odie hasta aborrecer su hogar, su origen, su piel. Odie y mate. Vamos, mátense entre ustedes.
Elimínelos. Tire, carajo, tire a matar. Que no lo vea tirando a las patas, que ahí no hay abrazos ni cámaras. Por la espalda, le dije. Por la espalda. Elimínelos, que son muchos, se multiplican a diario. Son hambre, son frío, son peste. Que no vamos a sacarlos de ahí abajo, no vinimos a eso. Reduzca a tiros a los pobres, que este país no es para ellos. Achíquennos los índices un poco, mate, vaya, que vamos a felicitarlo frente al pueblo. Le voy a palmear la espalda yo, carajo, le digo que mate, que me reduzca la pobreza a tiros, a pura tristeza, que ya se dieron cuenta que no somos nosotros los que vamos a multiplicar los panes. Mate, le digo, que ya se dieron cuenta que nosotros vinimos a eliminar comensales.

María José Sánchez nació el 3 de Abril de 1982 en la ciudad de Mar del Plata, donde siempre residió. Es Gestora Cultural. Publicó dos libros de poemas, Último Desierto y Hoy, así. En España se publicó en 2013 su primera novela, El amor y sus tumbas.
Fuente: www.diarioregistrado.com.ar