Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.

CONTRA EL SILENCIO Y EL BULLICIO INVENTO LA PALABRA, libertad que se inventa y me inventa cada día.

Octavio Paz

IMÁGENES EN LIBERTAD

viernes, 8 de octubre de 2010

LA LETRA "V"


Violadas Violaciones Violáceas
Volteadas Volteretas Voladoras
Volantas Volitivas
Volverán Volcánicas Voluptuosas


Vueltas que volveremos
A ver violentamente Violadas
En cada cárcel
En cada olvido
En todo descuido
De nuestra inverosímil
Vigilancia

(a las víctimas que sobrevivieron a la Dictadura, a N y a M)



Secuestrados el 17/6/76







María Cristina tenía 28 años, era maestra. Claudio tenía 31 y era escritor. La pareja tenía una hija, Yamila, de dos años y María Cristina estaba embarazada de cuatro meses.
El 17 de junio de 1976, la pareja fue secuestrada de su domicilio en Paso del Rey, Buenos Aires, frente a los ojos de Yamila. La niña quedó a cuidado de sus abuelos maternos y de su tío
Victor Heredia. Al poco tiempo, el padre de María Cristina murió de dolor.
No se sabe la razón de su desaparición, pero un informe firmado por Albano Harguindeguy pide a los servicios que investigaran, persiguieran y exterminaran a unas 500 personas, y a sus familiares. Uno de los nombres en la lista era el de Victor Heredia, un canta-autor de izquierda muy famoso.
María Cristina fue vista en el CCD Cuerpo Primero de Palermo. Los dos permanecen desaparecidos.



Mara
Ya sabemos donde están las cosas muertas,
con rostros de asesinos que regresan
a explicarnos que jamás hicieron nada,
no sé bien dónde poner tanta tristeza.
Hoy tratemos de olvidar tanta mentira,
no quiero darte un beso con tal pena
que presienta otra vez estas heridas,
destilando su dolor de cosas viejas.
Mara, Mara, Mara,
déjame sentarme aquí
a pensar tan sólo en vos
a mirar en tus ojos estrellas
más grandes que el sol.
Al final la vida tiene esa costumbre
de mezclar su cubilete de tal forma,
que no hay quien pueda llegar hasta la cumbre
sin sufrir estrictamente algunas normas.
Hoy sé bien adonde están las cosas muertas,
no me vengan con oscuras bendiciones,
sólo quiero un tibio beso de la vida
sin recuerdo de torturas y dictadores.

Victor Heredia

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