Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.

CONTRA EL SILENCIO Y EL BULLICIO INVENTO LA PALABRA, libertad que se inventa y me inventa cada día.

Octavio Paz

IMÁGENES EN LIBERTAD

martes, 27 de diciembre de 2011

MONÓLOGOS Y DESVARÍOS...


Toda la noche anduvo por la casa,
raspó los muros, dibujó los cristales,
de lecho a lecho raclamó
EL LUGAR DE LA SED.
En signos que evita oir, en palabras
que teme, ambuló hasta el alba,
cerró los cuartos
lloró en todos los espejos.



Hay en ELLA un sueño a destiempo

una penumbra que la nombra

un silencio húmedo: herida desnuda

y, un fantasma que anochece

entre los ojos que empuña

La piel es ambiciosa, no deja rincón ni espacio sin cubrirNOS... sensibilidad, contacto, juego de luces y sombras sobre un territorio que espera anhelante ser conquistado para transmutar, transparencia cálida, hoja de ruta que sigue el goteo de un nombre dibujado en la humedad de la epidermis como un cristal...
Debajo de la sombra se escribe la luz.

cae

sórdida-perdida, pende apenas de un ojal

mueca inválida

gime en nervaduras desprendidas

cae

se ha muerto otra vez

entre ruidos, murmurando adioses

mientras el pavimento la amortaja

cae en arrojo

cae, ya no espera volver

cae

el olvido la espera

viernes, 23 de diciembre de 2011

FELICES FIESTAS CON JETHRO TULL



Una Canción de Navidad

Una vez en la ciudad real de David
había un modesto pesebre,
donde una madre recostó a su bebé
deberías recordar las cosas
que Él diría luego
cuando sufran en sus fiestas navideñas,
te reirás cuando te diga
que corras y saltes
no captas la idea
estoy seguro que no necesita preparación
el espíritu de la Navidad
no está en lo que bebas.

Así que cómo puedes reirte
cuando nuestra madre está llorando
y ¿cómo puedes sonreír cuando
las razones para sonreir son las equivocadas?
y si malogré tus
placeres alocados,
recuerda, si lo deseas,
esta es sólo una canción de Navidad.

Oye Santa: pásanos la botella, ¿no?

SIN IR MAS LEJOS

a los dos primeros años



Aquí
Sin ir más lejos

donde la muchedumbre abrumadora de tu pelo
se enreda con mis dedos

donde el tulipan de tu sexo
perfuma el aire con aromas de tormenta

donde tus senos se asoman
a la ventana del día
alterando el curso de los barcos fantasma

donde tu voz azul
de cuidadora de sueños
me reclama y me descubre la vigilia

donde toda tu sombra
larga como los árboles que tienen sombra
se escapa temerosa
ante el suave roce de las tardes de sol

donde la lluvia tenue de tu espalda
se arroja vertiginosa
por la montaña rusa de tu cintura

donde el reloj de la verdad
marca un sí o un no tan inexorable
como lo cierto de la noche

junté leña y encendí un fuego
para vivir
sin ir más lejos

Aqui.

jueves, 1 de diciembre de 2011

"TE DEBEN DE ODIAR... "


“Hay suficiente traición, odio, violencia, absurdos en el ser humano promedio, como para abastecer a cualquier ejército cualquier día. Y los que mejor asesinan son aquellos que predican contra ello. Y los que mejor odian son aquellos que predican amor. Y los mejores en la guerra son los que predican la Paz.

Cuídate del hombre promedio, de la mujer promedio. Cuidado con su amor. Su amor es corriente, busca lo corriente. Pero su odio, es lo suficientemente genuino como para matarte, como para matar a cualquiera. Al no querer la soledad, al no entender la soledad, intentarán destruir cualquier cosa que sea diferente a ellos. Al no ser capaces de crear arte, no entenderán el arte. Considerarán su fracaso como creadores, sólo como un fracaso del mundo. Al no ser capaces de amar plenamente, creerán que tu amor es incompleto. Y entonces te odiarán. Y su odio será perfecto. Como un diamante resplandeciente, como una navaja, como una montaña, como un tigre. Como cicuta. Y su mejor arte.”
Charles Bukowski.


te odiarán al verte llegar
sobrevivida,
y te odiarán más.


"te deben de odiar"
Los hipócritas salvadores, los abusadores, los traidores, los empobrecidos espirituales y afectivos, los manipuladores... nada en contra tuyo, claro


"te deben de odiar"
Los talibanes, los narcisistas, los acomodados en sus sillas, los estafadores emocionales, los envidiosos, los intolerantes y cobardes, los asesinos cotidianos, los políticos vende patria y mundos.... pero no es nada personal


"te deben de odiar"
Los ministros y los ministerios, los empleados y empleadillos, los que empuñan las puñetas de todos los días, los digitoacomodados, los que preguntan si NO ME PUEDEN PARAR, los que afirman que siento ANIMOSIDAD, los que me echan o no permiten mi entrada, los que me Prohiben, los que se acojonan frente a la verdad, los simuladores, los que no resisten archivos... pero nada es personal



"te deben de odiar"
ESE ES SU MEJOR ARTE...
Y, sin duda hay desde mí, ALGO MUY PERSONAL entre ellos y yo, imposible que no sea así, cada día más.



El café está servido, a vuestra entera salud!
Ainara



jueves, 4 de agosto de 2011

LA TAREA DE UN VERDADERO GESTOR CULTURAL

Comparto por aquí (con algo de orgullo y bastante de pudor) un trabajo realizado por un amigo.
Resalto fundamentalmente la tarea que realiza (no porque haya elegido algo mío, ya lo venía siguiendo de antes), en el sentido de completar, de superar la cárcel de las palabras, de sumarle sentidos y sensaciones a lo escrito, de hacerlo más vivo de alguna manera.
Comparto también (y aquí sí va lo fundamental de este blog) los sitios en donde se puede seguir la tarea de este verdadero creador, como poeta y como gestor y actor cultural completo:
http://es.netlog.com/Pauperes (su perfil en Netlog)
http://lunagomezrafael.blogspot.com (su página web personal en donde difunde toda su tarea creativa)
De más está decir que recomiendo "atronadoramente" que sigan su trabajo (nunca mejor utilizada la palabra).
A decir del propio Rafael, y para terminar de redondear la idea del blog, la tarea que emprendió se explica así sencillamente:

"en mi caso, cuando me di cuenta que sin remedio era poeta, lo que más me preocupaba o de lo que más me preocupaba, era, el explicarles que era para mí la poesía y mis palabras. Desgraciadamente no lo consigo solo con mis versos, a veces, con los de poetas consagrados, acaso, alguna afinidad acercamiento, no obstante, con la música los poetas son más cercanos al ufano de la misma, resulta que si se visualiza con imágenes, se acerca más aún; los resultados son los que nosotros sin ayuda de otras artes disfrutamos."

Con el abrazo de corazón más fuerte que tengo, les comparto el video sobre mi poema, y me despido hasta la próxima deseándoles la mejor de las vidas.
Luis



jueves, 2 de junio de 2011

SERES DE LUZ

Va como agradecimiento, de mi corazón hasta el de ustedes.
Y aún así sé, muy bien lo sé, que me va a resultar muy dificil ll
egar a otorgarles (en calidad y cantidad) lo que me han entregado en estos días... y así y todo se me irá la vida intentándolo...
A los que quiero y a los que me quieren... mi pequeño y humilde HOMENAJE.

En primer lugar, por sobre todas las cosas... y fundamentalMENTE
a mi amor
mi MASamormi todaLUZ


mi TODAvida


AINARA

Luego a mi hijo Fernando

y a SU Nadia Te QUIERO Hijo Y por supuesto a

La DAMA Hilda (a tiempo...siempre a tiempo)
A la DAMA Panta (sonría mujer...sonría...lo bien que le queda) A Agustina (Hija del corazón) A mi AMIGO Rafa (de siempre y para siempre) A mi MAS Juan...TODO Juan (aquellos por todo lo que nos queda...de qué se rie?? ) Al de más lejos y el de más cerca...Pachu...así nomás... A la Señora PIA (por su persistencia en el estar) Al Duende FACU (por lo más nuevo...por lo que no queremos perder...por su ayuda) Gracias mil...de corazón y vejiga...a todos... por el estar siendo...por el mismo camino...por los encuentros cotidianos...por ser los que hacen que este lugarcito en el Universo merezca la pena.

No quisiera dejar de saludar aquí a Susy (prima también del corazón) y a Chispita (algo habrá tenido que ver, je)... y a Oscar (enfermero del Sanatorio Anchorena Turno Tarde...más que enfermero, un amigo)

Y finalmente a la responsable de AINARA PRODUCCIONES... mitodamía amor...por darme la mejor de las manos con las producciones fotográficas (sin ella no solamente esto, nada tendría sentido, ni gusto, ni olor)

TE AMO



viernes, 29 de abril de 2011

A LOS BUENOS VIEJOS AMIGOS (Homenaje 4)



Islas

La tierra, el arroyo y el árbol rodeados por el mar,
las olas barren la arena de mi isla.
Mi puestas de sol se desvanecen.
El campo y la hierba sólo esperan a que llueva,
grano a grano el amor corroe mis
desgastados muros, los que me defienden de la marea,
acunan al viento
hacia mi isla.

La fina arena sube hasta donde están las gaviotas
y planean, tristemente planean sobre mi isla.
Mi blanco velo de novia, frío y pálido,
lo disuelve el Sol.
La telaraña del amor está hilada -
los gatos cazan, los ratones corren, los cogen por la
fuerza en las zarzas donde los búhos conocen mis ojos,
cielos morados
tocan mi isla,
me tocan a mí.

Bajo las brisas el viento,
paz infinita,
las islas unen sus manos
bajo el mar celestial.

Oscuros muelles del puerto, como dedos de piedra
ávidamente alcanzan mi isla.
Agarran las palabras del marinero - perlas y calabazas
se esparcen en mi orilla.
Indistinto al amor, atado en círculos.
La tierra, el arroyo y el árbol regresan al mar,
las olas barren la arena de mi isla,
me barren a mí.

A LOS BUENOS VIEJOS AMIGOS (Homenaje 3)









A LOS BUENOS VIEJOS AMIGOS (Homenaje 2)



SOON (Extracto de The Gates of Delirium - Album Relayer 1974 - YES)

Pronto, oh pronto la luz

Nos pasará por dentro
y calmará la noche interminable
Y esperaré aquí por ti
Nuestra razón de estar aquí.

Pronto, oh pronto el tiempo
Todos nos moveremos para lograr ser
alcanzados y calmarnos
Nuestro corazón está abierto
Nuestra razón de estar aquí.

Hace bastante tiempo, convertido en poesía.

Pronto, oh pronto la luz
Será nuestra para moldearnos por todo el tiempo,
la luz es nuestra
El sol nos llevará
Nuestra razón para estar aquí
El sol nos llevará
Nuestra razón para estar aquí.


A LOS BUENOS VIEJOS AMIGOS (Homenaje 1)



La Cajita Musical
Toca, viejo King Cole, que yo te acompañaré
todos tus sentimientos parecen tan lejos de mi
apenas me importan ahora.

Y la niñera te contará mentiras de un reino más allá de los cielos
pero estoy perdido dentro de este medio mundo
apenas me importa ahora.

Toca mi canción, aquí está otra vez
toca mi canción, aquí está otra vez.

Sólo un poco, sólo un poco más de tiempo
tiempo para vivir el resto de mi vida.

Toca mi canción, aquí está otra vez
toca mi canción, aquí está otra vez.

El viejo King Cole era un viejo alegre
y era un viejo alegre
pedía su pipa, y pedía su tazón
y llamaba a sus tres violinistas
golpea el reloj, tic toc
sobre la repisa de la chimenea
y quiero, y siento, y sé
y tocó la pelota.

Ella es una dama, ella tiene tiempo
cepilla hacia atrás tu pelo
y déjame ver tu cara
ella es una dama, ella es mía
cepilla hacia atrás tu pelo
y déjame ver tu carne.

Llevo demasiado tiempo esperando
y todo este tiempo ha pasado de largo
apenas me importa ahora.

Ahí estás tú con esa expresión fija
dudando de todo lo que tengo que decir.

¿Por qué no me tocas?, tócame
¿Por qué no me tocas?, tócame, tócame
Ahora, ahora, ahora, ahora, ahora
ahora, ahora, ahora, ahora, ahora.

miércoles, 13 de abril de 2011

UN RATO CON RODOLFO KUSCH


El 30 de septiembre de 1979, murió en Buenos Aires Rodolfo Kusch, quien hizo aportes originales fundamentales al pensamiento filosófico iberoamericano. Sus restos descansan en el cementerio del pequeño pueblo de Maimará, en el paisaje bello y áspero de la Quebrada de Humahuaca, donde se le permitió vivir con su familia después de ser despedido de todos sus cargos universitarios por el golpe de 1976. Gunter Rodolfo (él nunca usó su primer nombre) había nacido el 25 de junio de 1922 en esta misma ciudad, hijo único de un matrimonio de inmigrantes alemanes. Los textos de Kusch han inaugurado una nueva etapa en la búsqueda de un filosofar situado. Para él, el pensar propio implicaba un pensar culturalmente arraigado, “caído en el suelo”, porque sin suelo no hay arraigo, sin arraigo no hay sentido y sin sentido no hay cultura. Así, sondeó entonces como pocos en nosotros mismos y nuestras vivencias inconfesadas, a fin de encontrar en los rincones oscuros del alma la confirmación de que estamos comprometidos con América en una medida mucho mayor de la que creíamos. La de Kusch es una aventura que está al margen de la cultura oficial. Su pensamiento es pura libertad e intuición, renunciante y denunciante de las pulcritudes académicas, portador de una verdad interior y una constante confesión. Desde un primer momento supo que no se trataba de hurgarlo todo en el gabinete, sino de recoger el material viviente en interminables andanzas por todas las tierras del continente, y comer junto a su gente, y participar de sus fiestas y sondear su pasado y sus costumbres; y tener en cuenta ese pensar natural que se recoge en los remotos caminos de la montaña y de la selva y en las calles y en los barrios de la gran ciudad. Así ganó una firmeza insobornable en la difícil tarea de asegurar un fundamento para pensar lo americano.
Kusch cristalizó un gesto intelectual intolerable para el común de los académicos: aprovechó una formación clásica en filosofía occidental no para desentrañar lo ya pensado por alguna de las consagradas luminarias del pensamiento europeo. Por el contrario, su empeño fue revalidar la visión de la realidad de la cultura incaica. Su obra paradigmática en este sentido es América profunda. Mediante el análisis de la visión del mundo andino, Kusch examina su categoría existencial del "estar" que contrapone al "ser" europeo. El "estar" supone un situarse cerca de un centro donde se concentran y conservan energías mágicas y divinas que se deben respetar y conjurar. Por contrapartida, el "ser" se entronca con la ansiedad occidental del "ser alguien", el deseo de colmar con contenido y significado un vacío que se amoneda en la intimidad profunda del sujeto de Occidente.
Propongo a continuación la lectura y re-lectura de dos textos de Kusch, mate en mano, hasta luego...



El hedor de América
(Introducción de América profunda, Buenos Aires, Hachette, 1962)

"Cuando se sube a la iglesia de Santa Ana del Cuzco –que está en lo alto de Carmenga, cerca de donde en otros tiempos había un adoratorio dedicado a Ticci Viracocha- se experimenta la fatiga de un largo peregrinaje. Es como si se remontaran varios siglos a lo largo de esa calle Melo, bordeada de antiguas chicherías. Ahí se suceden las calles malolientes con todo ese viejo compromiso con verdades desconocidas, que se pegotean a las caras duras y pardas con sus inveterados chancros y sus largos silencios, o se oye el lamento de algún indio, el grito de algún chiquillo andrajoso o ese constante mirar que nos acusa no sabemos de qué, mientras todos atisban, impasibles, la fugacidad de nuestro penoso andar hacia la cumbre. Todo parece hacerse más tortuoso, porque no se trata sólo del cansancio físico, sino del temor por nuestras buenas cosas que hemos dejado atrás, allá, entre la buena gente de nuestra gran ciudad. Falta aire y espacio para arribar a la meta y es como si nos moviéramos en medio del magma de antiguas verdades. Más aún, se siente resbalar por la piel la mirada pesada de indios y mestizos con ese su afán de segregarnos, como defendiendo su impermeabilidad. De pronto se ve rezar a un indio ante el puesto de una chola por ver si consigue algún mendrugo o un borracho que danza y vocifera su chicha o un niño que aúlla, poseso, ante nosotros, junto a un muro. Entonces comprendemos que todo eso es irremediablemente adverso y antagónico y que adentro traemos otra cosa –no sabemos si peor o mejor- que difícilmente ensamblará con aquélla. Y aunque entremos en la iglesia de Santa Ana, como quien se refugia en ella, siempre nos queda la sensación de que afuera ha quedado lo otro, casi siempre tomando la forma de algún mendigo que nos vino persiguiendo por la calle. Ahí está parado y nos contempla desde abajo, con esa quietud de páramo y una sonrisa lejana con su miseria largamente llevada, y quizá le demos una limosna, aunque sepamos que ella no cumple ya ninguna finalidad. Y nos acosa cierta inseguridad que nos molesta. No sabemos si esa limosna es un remedio para una mala situación o es sólo una manera de obligarnos a realizar un gesto. La misma inseguridad como cuando nos hablaba una vieja india y no alcanzábamos a entenderle y estábamos ahí como si nada oyéramos y nos sentíamos recelosos y acobardados, porque todo eso no es lo que acostumbramos a tolerar. Nos hallamos como sumergidos en otro mundo que es misterioso e insoportable y que está afuera y nos hace sentir incómodos. ¿Serán los cerros inmensos, los paisajes desolados, las punas heladas, las chicherías? ¿Serán las caras hostiles y recelosas que nos contemplan de lejos como si no existiéramos y que nos tornan tan fatigoso ese trajín y este ascenso hasta Santa Ana y nos sumergen en este lento proceso de sentirnos paulatina e infinitamente prisioneros, en medio de una exterioridad que nos acosa y nos angustia? En ningún lado como en el Cuzco se advierte esa rara condición de un mundo adverso, con esa lamentable y sorda hostilidad que nos sumerge en un mundo adverso. Sin embargo, le encontramos el remedio. Es el remedio natural del que se siente desplazado, un remedio exterior que se concreta en el fácil mito de la pulcritud, como primer síntoma de una negativa conexión con el ambiente. Porque es cierto que las calles hieden, que hiede el mendigo y la india vieja que nos habla sin que entendamos nada, como es cierto, también, nuestra extrema pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni tampoco queremos verla, porque la verdad es que tenemos miedo, el miedo de no saber cómo llamar todo eso que nos acosa y que está afuera y que nos hace sentir indefensos y atrapados. Es más. Hay cierta satisfacción de pensar que efectivamente estamos limpios y que las calles no lo están, ni el mendigo aquel, ni tampoco la vieja quichua. Y lo pensamos aunque sea gratuito, porque si no, perderíamos la poca seguridad que tenemos, aunque sea una seguridad exterior, manifestada con insolencia y agresión, hasta el punto de hablar de hedor con el único afán de avergonzar a los otros, los que nos miran con recelo. Además es importante sentirse seguro, aunque presintamos que somos poca cosa y que tenemos escasa resistencia cuando el mundo exterior nos es adverso. De ahí el axioma: el vaho hediento es un signo que flota a través de todo el altiplano, como una de sus características primordiales. Y no es sólo el hedor, sino que es, en general, la molestia, la incomodidad de todo ese ambiente. Por eso se incluye la tormenta imprevista, la medida de aduana, el rostro antipático de algún militar impertinente o el silencio que responde a nuestra pregunta ansiosa, cuando pedimos agua a algún indio. La tormenta, el militar y el indio son también el hedor. El hedor es un signo que no logramos entender, pero que expresa, de nuestra parte, un sentimiento especial, un estado emocional de aversión irremediable, que en vano tratamos de disimular. Mas aún, se trata de una emoción que sentimos no sólo en el Cuzco, sino frente a América, hasta el punto que nos atrevemos a hablar de un hedor de América. Y el hedor de América es todo lo que se da más allá de nuestra populosa y cómoda ciudad natal. Es el camión lleno de indios que debemos tomar para ir a cualquier parte del altiplano y lo es la segunda clase de algún tren y lo son las villas miserias, pobladas por correntinos, que circundan Buenos Aires. Se trata de una aversión irremediable que crea marcadamente la diferencia entre una supuesta pulcritud de parte nuestra y de un hedor tácito de todo lo americano. Mas aún, diríamos que el hedor entra como categoría en todos nuestros juicios sobre América, de tal modo que siempre vemos a América como un rostro sucio que debe ser lavado para afirmar nuestra convicción y nuestra seguridad. Un juicio de pulcritud se da en Ezequiel Martínez Estrada cuando expresa que todo lo que se da al norte de la pampa es algo así como los Balcanes. Y lo mismo pasaba con nuestros próceres, también ellos levantaban el mito de la pulcritud y del hedor de América, cuando creaban políticas puras y teóricas, economías impecables, una educación abundosa y variada, ciudades espaciosas y blancas y ese mosaico de republiquetas prósperas que cubren el continente. La categoría básica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un simple hedor susceptible de ser exterminado. Si el hedor de América es el niño bobo, el borracho de chicha, el indio rezador o el mendigo hediento, será cosa de internarlos, limpiar la calle e instalar baños públicos. La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud. La oposición entre pulcritud y hedor se hace de esta manera irremediable, de tal modo que si se quisiera rehabilitar al hedor, habría que revalidar cosas tan lejanas como el diablo, dios o los santos. Y mover la fe desde la pulcritud al hedor constituye casi un problema de índole religiosa. Porque para mostrar en qué consiste y cuál es el mecanismo y los supuestos del hedor, habrá que emprender con la mentalidad de nuestros prácticos ciudadanos americanos una labor como de cirugía para extraer la verdad de sus cerebros a manera de un tumor. Y eso ya es como una revelación, porque habrá que romper el caparazón de progresismo de nuestro ciudadano, su mito inveterado de la pulcritud y ese fácil montaje de la vida sobre cosas exteriores como ciudad, policía y próceres. Pero, claro está, que se nos pasó el siglo de las revelaciones. Sería desusada e incómoda una revelación hoy en día y menos cuando ella ocurre en el plano individual. Quedan, sin embargo, las revelaciones colectivas como lo fue la Revolución Francesa. En este caso los iniciados –que eran los burgueses de nuestro siglo- ejecutaron a Luis XVI porque sabían que estaban en la verdad. Y para retomar nuestra terminología, diríamos que la burguesía de entonces constituía algo así como la solución hedienta para la aristocracia francesa. Como la historia europea se encauzó luego por la senda de aquellos y no de éstos, la muerte del rey no fue un crimen sino un acto de fe. La destrucción del rey y de las cosas de la aristocracia puso en vigencia la revelación que habían sufrido los revolucionarios. Claro que en América ese tipo de revelación no pasó nunca a mayores, porque siempre careció posteriormente de vigencia. En todos los casos se trataba del hedor que ejercía su ofensiva contra la pulcritud y siempre desde abajo hacia arriba. Arriba estaban las pandillas de mestizos que esquilmaban a pueblos comos los de Bolivia, Perú o Chile. En la Argentina eran los hijos de inmigrantes que desbocaban las aspiraciones frustradas de sus padres. Contra ellos luchaban los de abajo, siempre en esa oposición irremediable de hedientos contra pulcros, sin encontrar nunca el término medio. Así se sucedieron Tupac Amarú, Pumacahua, Rozas, Peñaloza, Perón como signos salvajes. Todos ellos fueron la destrucción y la anarquía, porque eran la revolución en su versión maldita y hedienta: eran en suma el hedor de América. Esta es la dimensión política del hedor, que pone a éste en evidencia y lo convierte en un antagonista inquietante. Quizá sea la única dimensión que se le conozca. Pero ¿qué pasaría si se tomase en cuenta su realidad, el tipo humano que lo respalda, su economía o su cultura propias? Hacer eso sería revivir un mundo aparentemente superado, algo así como si se despertara el miedo al desamparo, como si se nos desalojara del hogar para exponernos a la lluvia y al viento o como si se nos diera la vida de aquel mendigo que nos esperaba a la puerta de la iglesia, y en adelante tuviésemos que recorrer la puna, expuestos al rayo, al trueno y al relámpago. Es un miedo antiguo como la especie, que el mito de la pulcritud remedió con el progreso y la técnica, pero que repentinamente se aparece en una iglesia del Cuzco, provocado, entre otras cosas, por un mendigo que nos pide una limosna para humillarnos. Y es que el hedor tiene algo de ese miedo original que el hombre creyó dejar atrás después de crear su pulcra ciudad. En el Cuzco nos sentimos desenmascarados, no sólo porque advertimos ese miedo en el mismo indio, sino porque llevamos adentro, muy escondido, eso mismo que lleva el indio. Es el miedo que está antes de la división entre pulcritud y hedor, en ese punto en donde se da el hedor original, o sea esa condición de estar sumergido en el mundo y tener miedo de perder las pocas cosas que tenemos, ya se llamen ciudad, policía o próceres. Pero este miedo de ser primitivos en lo más íntimo, un poco hedientos, no obstante nuestra firme pulcritud que nos asalta en el Cuzco, comprende también el temor de que se nos aparezca el diablo, los santos, dios o los demonios. Tenemos miedo, en el fondo, de que se nos tire encima el muladar de la antigua fe, que hemos enterrado, pero que ahora se nos reaparece en el hediento indio y en la hedienta aldea. En ese plano, el planteo del hedor y la pulcritud se ensambla con ciertos residuos cosmogónicos, algo así como el miedo a la antigua ira de dios desatada en la piedra, en los valles, en los torrentes y en el cielo con sus relámpagos y sus truenos. Y sentimos desamparo porque nuestra extrema pulcritud carece de signos para expresar ese miedo. En cierto modo es un problema de psicología profunda, porque se trata de llevar a la conciencia un estado emocional reprimido, para el cual sólo tenemos antiguas denominaciones que creemos superadas. El miedo actúa desde nuestro inconsciente, en la misma manera como cuando los antiguos hablaban de la ira de dios, esa misma que Lutero creyó haber superado con su postura religiosa, en la misma medida como también lo había hecho San Pablo con la ira de Jehová. Y en nuestro caso el temor ante la ira de dios es el temor de quedarnos atrapados por lo americano. Es el miedo al exterminio de un Jehová iracundo, quien en el Antiguo Testamento exigía el sacrificio de un hijo para afirmar la fe del creyente. Es el miedo a la ira de dios desatada como pestilencia y desorden, que en América se nos muestra a nuestras espaldas con toda su violencia y que nos engendra el miedo de perder la vida por un simple azar. Por eso nos sentimos pequeños y en cierto modo mezquinos pese a nuestras grandes ciudades. Es como si nos sorprendieran jugando al hombre civilizado, cuando en verdad estamos inmersos en todo el hedor que no es el hombre y que se llama piedra, enfermedad, torrente, trueno. Y esa vivencia, ya profundizada, no puede tener otra expresión que la que tuvo cuando Jehová descendió sobre el Sinaí y “vinieron truenos y relámpagos, y graves nubes sobre el monte… porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo de él subía, como el humo de un horno, y todo el monte se estremeció en gran manera”. La ira de Jehová se mostraba a Moisés para dictar una ley a un pueblo miserable y humilde que quería salvarse en medio de un desierto. Pero este pueblo utilizó la ira para encontrar un camino interior y para toparse en su confín con una ley moral que lo sostuviera y para llegar a la tierra prometida. El milagro consistió en convertir la violencia exterior en un camino interior. La visión de una ira divina descendiendo sobre un monte responde a un momento auténtico. Es algo así como una emoción mesiánica que nos coloca, de pronto, en el margen que separa al hombre de la naturaleza, a fin de que el hombre encuentre una moral controlada por la ira divina que yace en la naturaleza. Y esto es auténtico porque surge en esa alternativa que se da en el equilibrio entre la vida, por un lado, y la muerte, del otro. Y es un momento creador porque ahí brota la gran mística que confiere sentido al hecho de vivir. Y en el juicio aquél sobre el hedor de América y sobre la afanosa pulcritud, se halla implícito el afán de encubrir una ira que nadie quiere ver. Está en juego un planteo primario que el hombre siempre ha necesitado, pero que el caparazón de progresismo de nuestros ciudadanos e intelectuales –progresismo alimentado casi exclusivamente en la Europa burguesa del siglo XIX- trata de mantener a raya, porque si no, ellos perderían salud y bienestar. En verdad esta actitud mesiánica se encuentra sólo hacia el interior de América, remontando su pasado o bajando hacia las capas más profundas de su pueblo. Arriba, en cambio, aquella actitud se halla encubierta y reprimida. De ahí entonces la necesidad de delimitar a cada uno de los dos grupos como si fuera antagónicos. Por una parte, los estratos profundos de América con su raíz mesiánica y su ira divina a flor de piel y, por la otra, los progresistas y occidentalizados ciudadanos. Ambos son como los dos extremos de una antigua experiencia del ser humano. Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio y el otro, en cambio, es triunfante y pulcro, y apunta hacia un triunfo ilimitado aunque imposible. Pero esta misma oposición, en vez de parecer trágica, tiene una salida y es la que posibilita una interacción dramática, como una especie de dialéctica, que llamaremos más adelante fagocitación. Se trata de la absorción de las pulcras cosas de Occidente por las cosas de América, como a modo de equilibrio o reintegración de lo humano en estas tierras. La fagocitación se da por el hecho mismo de haber calificado como hedientas las cosas de América. Y eso se debe a una especie de verdad universal que expresa que todo lo que se da en estado puro, es falso y debe ser contaminado por su opuesto. Es la razón por la cual la vida termina en muerte, lo blanco en lo negro y el día en la noche. Y eso ya es sabiduría y más aún, sabiduría de América."

SIN MAGIA PARA VIVIR

"Uno de los motivos por los cuales rechazamos el altiplano, estriba en que allá se cree en la magia, y nosotros aquí en Buenos Aires, ya no creemos en ella. Somos extraordinariamente realistas y prácticos, por cuanto creemos en la realidad. ¿Y qué es realidad para nosotros? Pues eso que se da delante de uno: las calles, las paredes, los edificios, el río, la motaña o la llanura. Todo esto no se puede modificar, porque no puedo cambiar de lugar una casa, ni alterar la orientación de una calle, ni puedo traspasar diagonalmente una manzana para llegar a mi hogar, ya que mi cuerpo es mucho más endeble que las paredes. La realidad indudablemente se impone porque es dura, inflexible y lógica. Más aún, es una especie de punto de referencia para nuestra vida, porque, cuando andamos mucho en las nubes, viene una persona práctica y nos dice: "hay que estar en la realidad". Y si no lo hacemos, se nos invoca la ciencia. Ella es la teoría que da una rara concreción a la realidad de tal modo que, no sólo ésta se refiere a las paredes y a las piedras, sino también a otros órdenes. Hay una ciencia económica para nuestros sueldos, otra para la política, otra para nuestras aspiraciones profesionales, otra para nuestros impulsos. Y todo es realidad, aunque "científica". La realidad es entonces como un mar de plomo, que abarca un sin fin de sectores, y en el cual debemos desplazarnos con cuidado. Pero un día estamos tranquilos en nuestra casa, y viene un amigo y nos trae la noticia de que en la esquina hay un plato volador. ¿Y nosotros qué decimos? Pues ver para creer. De inmediato pensamos salir corriendo, claro está doblando prudentemente las esquinas para llegar al lugar donde se depositó el extraño artefacto. Ahí lo veremos, y luego creeremos. La realidad coincide con las cosas que se ven. Pero podría ocurrir que no saliéramos corriendo, y le dijéramos a nuestro amigo: "¿Me vas a hacer creer que se trata de un plato volador?" Y el amigo nos respondiera: "Todo el mundo lo dice". Es curioso, ya lo dijimos, por una parte yo le hago notar al amigo que él me tiene que hacer creer, y por la otra, él se confabula con todo el mundo, o sea con los seis millones de habitantes de Buenos Aires, para que yo le crea. Y esto ya no es ver creer, sino al revés: creer para ver. A veces tengo que ver la realidad para creer en ella, otras veces tengo que creer en la realidad para verla. Por una parte quiero ver milagros para cambiar mi fe, y, por la otra, quiero cambiar mi fe para ver milagros. Por eso, podemos creer en la realidad y en la ciencia, pero nos fascina que un hechicero del norte argentino haga saltar el fuego del fogón, para hacerlo correr por la habitación. También nos fascina que en Srinagar, en la India, algún guru o maestro realice la prueba de la cuerda, consistente en hacerla erguir en el espacio y en obligar a ascender por ella a un niño, quien probablemente nunca más volverá a descender. Y también nos fascinan los malabaristas en el teatro, porque hacen aparecer o desaparecer cosas, o seccionan a un ser humano en dos partes, y luego las vuelven a pegar sin más. ¿Y qué nos fascina en todo esto? Pues que la realidad se modifica. ¿Y en qué quedó el carácter inflexible, duro, lógico y científico de la realidad? Mientras escribo estas líneas veo por mi ventana un árbol. Este pertenece a la dura realidad. ¿Si yo me muero, el árbol quedará ahí? No cabe ninguna duda. ¿Pero no podría pasarle al árbol lo que a nosotros, cuando muere un familiar querido? ¿En este caso qué lamentamos más: la ausencia definitiva del familiar, o más bien la hermosa opinión que él tenía de nosotros? ¿Le pasará lo mismo al árbol? Yo siempre lo he visto hermoso, y mi vecino, quien es muy práctico, ya no lo verá asi. Cuando yo muera, morirá mi opinión sobre el árbol, y el árbol se pondrá muy triste y se morirá también. ¿Pero no habíamos dicho que la realidad es dura, flexible y lógica? Así lo dicen los devotos de la ciencia. Pero a mí nadie me saca la sospecha de que los árboles no obstante piensan y sienten. Porque ¿qué es la ciencia? No es más que el invento de los débiles que siempre necesitan una dura realidad ante sí, llena de fórmulas matemáticas y deberes impuestos, sólo porque tienen miedo de que un árbol los salude alguna mañana cuando van al trabajo. Un árbol que dialoga seria la puerta abierta al espanto y nosotros queremos estar tranquilos, y dialogar con nuestros prójimos y con nadie más. Evidentemente no creemos en la magia, no sólo porque tengamos una firme convicción de la dureza de la realidad, sino ante todo porque necesitamos llevarnos bien con 6 millones de prójimos encerrados en la ciudad de Buenos Aires. Y para ello es preciso poner en vereda a los árboles con su lenguaje monstruoso y creer en la dura, inflexible y lógica realidad."

fuente:http://www.agendadereflexion.com.ar, http://revistadigitalmacedonio3.blogspot.com

lunes, 4 de abril de 2011

CASCARÓN...

"Lo que ahora se hunde y se levanta
quiere lo sepultado en la entraña:
ciego como la mirada que cambiamos,
el tiempo lo besa en la boca." Paul Celan



Tropiezo con el instante y me convierto en su oblicua fugacidad; arremango las piernas las anudo a mi pecho y me hago nuez vacía (cascarón de nostalgias y caricias); me pliego con traje de oxidados olvidos y fechas caducadas -auxilio en caracola entre las olas- transformando mi sombra, ardiendo lentamente en tenues breves en hilos de ilusión.
Antes de quebrarme como pelo disuelto:
me levanto
y me recojo

COLLAGE- HERIDAS DE UN DEMASIADO TARDE

Hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo,
cuando esto ocurre,
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde.

Charles Bukowski



El caos es ordenado y terco, como el azar en el que caigo; me dejo llevar por el vértigo, la altura del abismo me retiene y juega con mi levedad...



no sé... pero imagino

que por tu boca danzo y las alas de mi lengua te acarician
que lúbrica reclamo y anhelante desfilar entre tus naves cubriendo los desvelos
que impregno cada poro cada instante de espasmos y te quieros
que suavemente me quito por tus ojos y me deslizo salina hasta tu cuello

no sé... pero imagino

que me trepo prisionera cabalgando gatamente la medida de tu sueño
que me enrosco y hago nudo la noche de tu espalda estrechando los silencios
que el amor nos late, hace nido el deseo
que amenecen caracolas de vida entre los dedos

no sé... pero imagino



La vida se demora entre jardines con ojos y techos sin cielo...

¡Qué deliciosa danza HERIDA en la quietud de los silencios, en la piedad de piel robada, en el barro que lamen los pies descalzos de la ira, en el tiempo que murió entre los brazos... el final de la noche, esa LLEGADA!


miércoles, 30 de marzo de 2011

QUE LA PALABRA INCOMODE...

Que sea la palabra
aguijón certero
desbaratando
prolijidades simétricas
engranajes aceitados
cimientos pertrechados
bostezos,
somnolencias
Ojo agudo la palabra
golpe
vendaval
injuria
al sentimiento acomodado
surco
grieta
abismo penetrante
desgarrando el esternón
hasta que el filo de la mano
sangre,
la piedra grite
y lata como un pecho.

Ps: “cansada ya (…) de tanto estar en vela /frente a la oscuridad del mundo” Eugenio Montejo

PÁJAROS INVÁLIDOS...



"Oigo los pájaros afuera,
otros, no los de ayer que ya perdimos,
los nuevos silbos inocentes.
Y no sé si son pájaros,
si alguien que ya no soy los sigue oyendo
a media vida bajo el sol de la tierra."
Eugenio Montejo

















En este otoño de obras inconclusas
de sueños rotos
de pájaros inválidos
que cierran sus jaulas
para dormir una aletargada fiebre...

...Y así andamos
escondiéndonos las manos que nos quedan
con pasos de viejos prematuros
en este ir y venir
de pellejos y angustias reunidos
dando bostezos académicos
dando respuestas de hornos crematorios

entonces apartando soledades
me trato de ubicar pero no puedo
Creo ser el último rey de un reino en extinción
mis súbditos son mis iras, mis penas, mis sonrisas
Soy un dios cuando escucho
el relincho soberano de mis obras:
la ceguera, la basura, el quehacer cotidiano,
entonces me caigo, me muero, me construyo
y doy formas a las torres de mi reino y sueño,
a estar atado a otro sueño.
ahí soy un pequeño tirano de mi pequeña libertad
vengo del olvido y
no puedo huir hacia adelante.

martes, 29 de marzo de 2011

A DESALAMBRAR

No hay Justicia Social si no es TODA la Justicia Social.
No hay Derechos Humanos si TODOS no somos Humanos.




Todos somos Qom.
La Verdad no se parte.

Referencia: http://comunidadlaprimavera.blogspot.com/

A ellos todo nuestro respeto y compromiso.





Luis y Ainara

domingo, 13 de febrero de 2011

SONETO... BUARQUE CHICO

"En mi frente me pierdo
por un llano sin nadie.
Ya las horas afilan sus navajas." O.P



















Por qué me descubriste en mi abandono
Con qué tortura me arrancaste un beso
Por qué me incendiaste de deseo

Si yo estaba tan bien, muerta de sueño


Con qué mentira abriste mi secreto

De qué romance antigua me robaste

Con qué rayo de luz me iluminaste

Si yo estaba tan bien, muerta de miedo

Por qué no me dejaste adormecida
Y me indicaste el mar donde navego

Y me dejaste sola sin salida

Por qué dejaste aquél lugar vacío
Con qué derecho cambiaste mi vida
Si yo estaba tan bien, muerta de frío

Na volta que o mundo dá - Mônica Salmaso - Duds

Tonada de Luna Llena

miércoles, 9 de febrero de 2011

CON TRAJE DE NADA...

"Desde nacer muriendo
hasta morir viviendo todavía" (R.Juarroz)



Una bombacha de florcitas rosas lloraba en un rincón de paredes de zinc. Quizá era un punto blanco solo, perdido en una batalla de rojos y negros, o tal vez una vela después que un vaso de licor le quita el oxígeno.

domingo, 30 de enero de 2011

"EL DUELO ERA FATAL Y ERA INFINITO"... J.L.BORGES





"Como esta vida que no es mía
y sin embargo es la mía,
como este afán sin nombre
que no me pertenece y sin embargo soy yo;

Como todo aquello que de cerca o de lejos
me roza, me besa, me hiere,
tu presencia está conmigo fuera y dentro,
es mi vida misma y no es mi vida,
así como una hoja y otra hoja
son la apariencia del viento que las lleva"

Luis Cernuda






Simón carvajal

En los campos de Antelo, hacia el noventa
mi padre lo trató. Quizá cambiaron
unas parcas palabras olvidadas.
No recordaba de él sino una cosa:
el dorso de la oscura mano izquierda
cruzado de zarpazos. En la estancia
cada uno cumplía su destino:
éste era domador, tropero el otro,
aquél tiraba como nadie el lazo
y Simón Carvajal era el tigrero.
Si un tigre depredaba las majadas
o lo oían bramar en la tiniebla,
Carvajal lo rastreaba por el monte.
Iba con el cuchillo y con los perros.
Al fin daba con él en la espesura.
Azuzaba a los perros. La amarilla
fiera se abalanzaba sobre el hombre
que agitaba en el brazo izquierdo el poncho,
que era escudo y señuelo. El blanco vientre
quedaba expuesto. El animal sentía
que el acero le entraba hasta la muerte.
El duelo era fatal y era infinito.
Siempre estaba matando al mismo tigre
inmortal. No te asombre demasiado
su destino. Es el tuyo y es el mío,
salvo que nuestro tigre tiene formas
que cambian sin parar. Se llama el odio,
el amor, el azar, cada momento.







































martes, 25 de enero de 2011

Joan Manuel Serrat - Romance de Curro "el Palmo"

Miguel Hernandez- Elegia / J.M. Serrat

Macarras de la Moral (Joan Manuel Serrat)

MONÓLOGOS Y DESVARÍOS...


A dentelladas de piel
dibujé tu nombre
sobre un cuadro
lleno de vacío.










(I)

las manos se alejan
hilando esperas
silencios
olvidos olvidados
los cráneos mustios
desconsuelan
el fino pelo se quiebra
cae
todo lo alfombra
un ovillo de niebla


(II)

humilla la humedad
sombra sonámbula
soliloquio de penas
un quizá es tan pobre
cuando se duerme en vela


(III)

se rindió a la luz
no quizo esconder
su lágrima muerta


(IV)

y todo era apenas una ventana sin sol
un cortinado antigüo
colgando de un sueño
pestañas herrumbradas
musgo apilado en un solo lagrimal


(V)

las cosas de entonces
miran silenciosas
no muertas
este momento en el que
soy
un sonido monocorde
diluído en el vacío
blanco
violáceo
casi gris

no se preguntan sobre su destino
seguirán llorando
calladas
no muertas
recordando sin mi


(VI)

tengo nombres en la garganta

me pasa la mano por el pelo
como una lengua lacia
lame sin curar

el borde de la cama
afilada
corta mi cuello
tengo sed y bebo
mi sangre derramada