Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.

CONTRA EL SILENCIO Y EL BULLICIO INVENTO LA PALABRA, libertad que se inventa y me inventa cada día.

Octavio Paz

IMÁGENES EN LIBERTAD

martes, 2 de noviembre de 2010

ALGUNAS PREFERENCIAS QUE COMPARTO...

Xavier Villaurrutia




Suite del insomnio



Eco


La noche juega con los ruidos
copiándolos en sus espejos
de sonidos.


Silbatos


Lejanos, largos
—¿de qué trenes sonámbulos?—,
se persiguen como serpientes,
ondulando.


Tranvías


Casas que corren locas
de incendio, huyendo
de sí mismas,
entre los esqueletos de las otras
inmóviles, quemadas ya.


Espejo


Ya nos dará la luz,
mañana, como siempre,
un rincón que copiar
exacto, eterno.


Cuadro


Qué temor, qué dolor
de envidia
hacer luz y encontrarte
—mujer despierta siempre—,
ahora que crees que no te veo,
dormida.


Reloj


¿Qué corazón avaro
cuenta el metal
de los instantes?


Agua


Tengo sed.
¿De qué agua?
¿Agua de sueño? No,
de amanecer.


Alba


Lenta y morada
pone ojeras en los cristales
y en la mirada.



Xavier Villaurrutia


Emily Dickinson




Bueno es soñar. Despertar es mejor...



Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.



Emily Dickinson

Versión de José Manuel Arango




Octavio Paz




Noche de verano



Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
verano que te bañas en los ríos,
soplo en el que se ahogan las estrellas,
aliento de una boca,
de unos labios de tierra.

Tierra de labios, boca
donde un infierno agónico jadea,
labios en donde el cielo llueve
y el agua canta y nacen paraísos.

Se incendia el árbol de la noche
y sus astillas son estrellas,
son pupilas, son pájaros.
Fluyen ríos sonámbulos.
Lenguas de sal incandescente
contra una playa oscura.

Todo respira, vive, fluye:
la luz en su temblor,
el ojo en el espacio,
el corazón en su latido,
la noche en su infinito.

Un nacimiento oscuro, sin orillas,
nace en la noche de verano,
en tu pupila nace todo el cielo.



Octavio Paz


Joan Margarit




Ulises en aguas de Ítaca



Vas llegando a la isla, ahora sabes
qué es el azar. Vivir, qué significa.
Tu arco será polvo en un estante.
Polvo será el telar y la pieza que teje.
Los pretendientes, que en el patio acampan,
son sombras de los sueños de Penélope.
Vas llegando a la isla mientras bate
el mar contra las rocas de la costa,
igual que el tiempo contra la Odisea.
Nadie tejió nunca tu ausencia. Nadie
vino tampoco a destejer tu olvido.
Por más que, a veces, la razón lo ignore,
Penélope es la sombra de tu sueño.
Vas llegando a la isla: las gaviotas
cubren la playa y no se moverán
cuando al pasar no dejes huella alguna,
pues tu no existes: eres la leyenda.
Quizá un lejano Ulises murió en Troya,
y quizá lo lloró alguna mujer,
pero en el sueño de un poeta ciego
continúas salvándote:
en la frente de Homero, riguroso,
eterno, cada vez que rompe el alba
un solitario Ulises desembarca.



Joan Margarit



China Hamilton


Julio Cortázar




El breve amor



Con qué tersa dulzura
me levanta del lecho en que soñaba
profundas plantaciones perfumadas,

me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en el espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente,

para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiéndose en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo...

¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre las cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos?



Julio Cortázar

Valerio Magrelli




Hablan

Hay tal quietud alrededor que casi se puede oír
el tintineo de una cucharita que cae en Finlandia

I. Brodski



¿Pero por qué siempre detrás de mi pared?
Siempre detrás, las voces, siempre
cuando cae la noche comienzan
a hablar, ladran o creen directamente
que susurrar es mejor. Mientras me siento
este hilo de aire frío de sus palabras
que me hiela, que me ata
y me atormenta en el sueño.
Siempre detrás de mi pared. Estaba
en los confines del círculo polar, e incluso allá
una pareja lloraba en su cuarto
del otro lado de un muro transparente, lloraba,
luminoso, blando, como la membrana
de un tímpano, y yo allí, vibrando,
hacía de caja de resonancia
de su historia. Hasta que refaccionaron
el techo de mi casa, la tubería,
la fachada, todo, y golpeaban
por todas partes, arriba, abajo, y golpeaban siempre,
parloteando entre ellos sólo cuando dormía,
sólo porque dormía,
sólo para que hiciera de caja de resonancia
de las historias de ellos.



Valerio Magrelli


Georges Schehadé




Si tú eres bella como los Magos de mi país…



Si tú eres bella como los magos de mi país
Oh amor mío no llores
A los soldados muertos y su sombra que huye de la muerte
Para nosotros la muerte es una flor del pensamiento

Hay que soñar en los pájaros que viajan
Entre el día y la noche como una huella
Cuando el sol se aleja entre los árboles
Y hace de sus hojas otra pradera

Amor mío
Tenemos los ojos azules de los prisioneros
Mas los sueños adoran nuestros cuerpos
Tendidos somos dos cielos en el agua
Y la palabra es nuestra sola ausencia



Georges Schehadé


Versión de Octavio Paz



China Hamilton

Robert Desnos




Los espacios del sueño



En la noche están naturalmente las siete maravillas del mundo y la grandeza
y lo trágico y el encanto.
Los bosques se tropiezan confusamente con las criaturas legendarias
escondidas en los matorrales.
Estás tú.
En la noche están los pasos del paseante y los del asesino y los del guardia urbano
y la luz del farol y la linterna del trapero.
Estás tú.
En la noche pasan los trenes y los barcos y el espejismo de los países donde es de día.
Los últimos alientos del crepúsculo y los primeros estremecimientos del alba.
Estás tú.
Un aire de piano, el estallido de una voz.
Un portazo. Un reloj.
Y no solamente los seres y las cosas y los ruidos materiales.
Sino también yo que me persigo o sin cesar me adelanto.
Estás tú la inmolada, tú la que espero.
A veces extrañas figuras nacen en el momento del sueño y desaparecen.
Cuando cierro los ojos, las floraciones fosforescentes aparecen y se marchitan y renacen como fuego de artificios carnosos.
Países desconocidos que recorro en compañía de criaturas.
Estás tú sin duda, oh bella y discreta espía.
Y el alma palpable de la extensión.
Y los perfumes del cielo y de las estrellas y el canto del gallo de hace 2000 años
y el grito del pavo real en los parques en llamas y besos.
Manos que se aprietan siniestramente en una luz descolorida y ejes que chirrían
sobre los caminos de espanto.
Estás tú sin duda a quien no conozco, a quien conozco al contrario.
Pero que, presente en mis sueños, te obstinas en dejarte adivinar en ellos sin aparecer.
Tú que permaneces inasible en la realidad y en el sueño.
Tú que me perteneces por mi voluntad de poseerte en ilusión pero que no acercas tu rostro sino cuando mis ojos se cierran tanto al sueño como a la realidad.
Tú que en despecho de una retórica fácil donde la ola muere en la playa, donde la corneja vuela entre las fábricas en ruinas, donde la madera se pudre crujiendo bajo un sol de plomo.
Tú que estás en la base de mis sueños y que sacudes mi alma llena de metamorfosis
y que me dejas tu guante cuando beso tu mano.
En la noche están las estrellas y el movimiento tenebroso del mar, de los ríos, de los bosques, de las ciudades, de las hierbas, de los pulmones de millones y millones de seres.
En la noche están las maravillas del mundo.
En la noche no están los ángeles guardianes, pero está el sueño.
En la noche estás tú.
En el día también.



Robert Desnos



China Hamilton


Esther Giménez




Chagrin d'amour



No hay estrellas fugaces ni horizontes.
La tierra inmóvil ve cómo el Sol muere
olvidando marcar días y noches.
La Luna es una cara oscura. Duerme.

Después de primaveras no hay veranos.
Mayo es glacial y abate la turgencia
tallando un verde intrínseco y ajado.
Los aromas, antígenos de alergia.
Todo es lo que parece. Nada existe.



Esther Giménez




Imágenes de Alfred Weissengger


Eugenio Montale





Siria



Decían en la Antigüedad que la poesía
es una escalera a Dios. Tal vez no lo sea
cuando me lees ahora. Pero lo supe el día
que por ti volví a encontrar mi voz, disuelto
en un rebaño de nubes y de cabras
revoltosas, que desde un risco acababan con las hojas
del ciruelo y la anea, y los rostros enflaquecidos
de la luna y del sol se fundían;
el motor estaba averiado y una flecha
de sangre sobre una roca señalaba
el camino de Alepo.



Eugenio Montale

Vicente Quirarte




Del otro lado del mar



Del otro lado del mar ella despierta.
Alrededor de su cintura
el sudor le ha forjado
una cadena de oro por ella no advertida.
(Joya nacidas de su cuerpo,
humilde humor de Dios).

Se incorpora de golpe.
El jardín, el ladrido, otros deberes
la ponen brutalmente sobre el mundo.

Del otro lado del mar
él mira el mediodía
a través de otra ventana y otro cielo.
En su mano adivina el cinturón de oro
que el sudor ha forjado
alrededor de la cintura de ella.
Y a lo largo del día le dolerá con todo.

Del otro lado del mar ella enciende la estufa.
Mientras espera que el café conceda
su caricia diaria, irrepetible,
se le cruzan los siempre con los nunca,
las palabras ya dichas y agotadas
con aquellas que esperan nuevos moldes.

Del otro lado del mar
él defiende el castillo donde poco a poco
ha aprendido a estar solo,
a saberse su dueño y su vasallo.

Del otro lado del mar,
a través de su ventana ella descubre
el aletear de un pájaro
que en lengua policroma anuncia
la inminencia del verano.

Del otro lado del mar él mira dos palomas
que en nombre del cortejo
no miran las migajas. Siempre el todo.
Ese todo instantáneo donde la vida

Y en ese instante
surge la risa fugaz del ángel Lindbergh
y el océano se borra.
Él y ella han dejado de existir:
Nosotros mira a través de la ventana.



Vicente Quirarte










































Alfred Weisengger





Raymond Carver




La que ha estado esperando



Deja la autopista y baja la colina.
Una vez abajo, gira a la izquierda.
Sigue orientado a la izquierda.
La carretera hará una Y.
De nuevo a la izquierda.
Deja una cala a la izquierda.
Sigue en la misma dirección.
Justo antes de que se acabe la carretera, verás otra carretera.
Coge ésa y no otra…
Hay una casa de madera con un tejado frágil a la izquierda.
No es ésa la casa. Es la siguiente, justo sobre una elevación…
Ésa es la casa en la que una mujer permanece a la puerta con el sol en su pelo.
La que ha estado esperando todo este tiempo.
La mujer que te quiere.
La que puede que te diga “¿dónde te has metido?”.



Raymond Carver



Sharon Olds




Las hermanas del tesoro sexual



En cuanto mi hermana y yo salimos de
la casa materna, lo único que quisimos
fue follar, borrar cualquier huella de
su cuerpo de gorrioncillo y de sus delgadas
piernas de saltamontes. ¡Los cuerpos de los hombres
eran como el de nuestro padre! Macizos
los corvejones, los ijares y los muslos, elegantes
las rodillas, las pantorrillas ahusadas-
podíamos tenerlo a él en ese momento, las nalgas abultadas
y prohibidas, las corvas, la polla
en nuestra boca, ah la polla en nuestra boca.

Como exploradoras que
descubren una ciudad perdida, nos volvimos
locas de alegría, desvestíamos a los hombres
despacio y con cuidado, como si
dejáramos al descubierto enterrados artefactos que
probarían nuestra teoría de la cultura perdida:
pues si Madre decía que una cosa no estaba ahí,
es que ahí estaba.




Sharon Olds









































Alfred Weissengger



Anne Sexton




Descalza



Amarme sin zapatos
significa amar mis piernas largas y bronceadas,
queridas mías, buenas como cucharas;
y mis pies, estos dos chicos
que se escaparon a jugar desnudos. Intrincados nudos,
mis dedos. Libres ya de sujeción.
Y todavía más, miren las uñas y
cada una de las diez etapas, tubérculo a tubérculo.
Vehementes y alocados, todos ellos, este cerdito
fue al mercado y este otro se
quedó. Largas piernas bronceadas, y largos y bronceados dedos.
Más arriba, cariño, la mujer
confiesa sus secretos, pequeñas casas
y pequeñas lenguas que te lo cuentan todo.

No hay nadie más que tú y yo
en esta casa en la península.
El mar lleva un cencerro en el ombligo
y yo soy tu sirvienta descalza
por una semana entera. ¿Quieres un poco de salame?
No. ¿Quieres a lo mejor un whisky?
Tampoco. No eres de tomar. Tú
me tomas a mí. Las gaviotas persiguen a los peces
gritando como chicos de tres años.
Las olas son narcóticas, me llaman
Yo soy, yo soy, yo soy
toda la noche. Descalza
te camino por la espalda.
En la mañana corro por la cabaña,
de una puerta a otra, jugando a perseguirnos.
Ahora me coges por los tobillos.
Ahora vas trepando por mis piernas
hasta que cruzas la marca de mi anhelo.



Anne Sexton

Eloy Sánchez Rosillo



Madrigal



Has abierto mi libro y vas, despacio,
con atención, leyéndolo. Tus ojos
se detienen ahora ante esta página.
Empiezas a leer y te das cuenta
muy pronto de que en ella hablo de ti.
Para advertirlo, como yo esperaba,
no necesitas ver tu nombre impreso
en el papel, porque de sobra sabes
que a ti sola te canto. En ti, mi voz
tiene su origen y su cumplimiento,
su razón de existir: al celebrarte,
hallo dichosa ocupación y soy
fiel al destino que me justifica.



Eloy Sánchez Rosillo





Alfred Weissengger



Constantin Kavafis





Candelabro



En una pieza vacía y pequeña, sólo cuatro paredes,
y cubiertas por telas íntegramente verdes,
está encendido un hermoso candelabro y arde:
y en cada llama suya se abrasa
una pasión lasciva, un impulso lascivo.
En la pequeña pieza, que brilla iluminada
por el fuego vigoroso del candelabro,
no es en absoluto usual esta luz que brota.
Para cuerpos sin audacia no está hecha
la voluptuosidad de este calor.



Constantin Kavafis

Versión de Miguel Castillo Didier

Marco Antonio Campos





Madrugada en Atenas



Anoche, en el jardín de los sueños,
te vi:
estabas en las ruinas y en los arcos
Hoy, al levantarme,
me asomé a la ventana,
y en las ruinas y en los arcos
había un manantial
de pájaros.




Marco Antonio Campos

Josefa Parra Ramos




Máscaras




Entre todas las gentes a diario tu rostro
se camufla con gestos comunes. No hay señales
de tus silencios suaves, del temblor de tus labios
debajo de los besos o en la urgencia del sexo.
Máscara de ti mismo, te disfrazas y niegas
el delicado estigma de tu parte más frágil.
Sólo tus ojos siguen, valientes, declarando
la emoción que te vence en la alcoba del agua.



Josefa Parra Ramos





Alfred Weissengger



Reina María Rodríguez




En pleno mediodía



en pleno mediodía, las palomas
reacias al sol han bajado por sombra
y las parejas se abrazan tiradas en la hierba
húmeda y reseca del verano.
yo espero por ti que no eres nadie,
que no eres alguno,
bajo este mediodía cálido junto a la fuente
y comprendo la necesidad del querer
como los escalares
uno encima debajo del otro
en esta pecera sin fondo de la realidad.
(el loco de ayer ha vuelto -son recurrentes
los locos, los poetas-)
yo, con la misma ansiedad
también he vuelto a buscar mi sombra diurna
todavía puedo quedarme aquí
y no volver a otro sitio donde
una vez arriba, otra abajo,
intente derrumbarte contra la hierba
húmeda y reseca del verano.



Reina María Rodríguez




Afectuosamente,
Ainara


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